Como parte fundamental de nuestro aprendizaje como
arquitectos, uno de los objetivos de este viaje propuesto por los profesores y
a quienes agradezco habernos dado la oportunidad de disfrutar, es experimentar
edificios adoptando una postura crítica.
Nuestro viaje se divide en 3 partes. Visitamos Bilbao y su Museo
Guggenheim, San Sebastián y el Kursaal y el Peine de los Vientos y finalmente
Alzuza (Navarra) con su Museo Oteiza.
Una vez abandonamos el autobús tras un largo viaje, nos encontrábamos
en Bilbao.
Bilbao es una ciudad
que se sitúa al norte de España en la comunidad autónoma del País Vasco,
está atravesada por la Ría de Bilbao,
quedando así dividida en dos: por un lado, el Casco Viejo y por otro, el
Ensanche.
Museo Guggenheim de Bilbao:
Famoso museo de arte contemporáneo diseñado por el
arquitecto Frank O. Gehry. Llama la atención el hecho de que un edificio con
estas características tan modernas esté
en un lugar tan antiguo. Pienso que da mucha vivacidad a la ciudad. Es un
edificio que altera claramente el ambiente urbano, la gente se queda asombrada
frente a él. Impresiona. Una total obra de arte en sí mismo. Las curiosas y
originales formas de su composición junto con ese revestimiento que simula las
escamas de un pez hacen de este edificio un espectáculo sin igual. El puente
está situado al lado, un puente de colores, un puente macizo, de robustas
piezas, que no combina mucho con el museo.
¿Este edificio nos
invita a entrar o nos rechaza? Desde mi punto de vista, y a pesar de la grandeza
del edificio, pienso que no me invita a entrar, a mi desde luego que me invita
a quedarme fuera observando y disfrutando de la belleza de las formas. Desde el
primer momento lo consideré como algo macizo, simplemente piezas. He de decir
que para nada me esperé que el interior fuera así, estaba como desorientada, no
podía relacionar el interior con el exterior, no le veía continuidad a ello,
aunque sí que es verdad que seguía manteniendo sus evocadoras formas onduladas.
Sin lugar a dudas el interior no es tal
como podía suponerse desde el exterior.
En cuanto al interior, intentar entender el edificio es
complicado pero es el edificio mismo el que te deja imaginar, adentrarte en un
mundo onírico, es el edificio el que nos sorprende con cada uno de sus rincones.
Hasta la mínima esquina y la más recóndita de todas nos transmite esa
sensualidad de las curvas que sorprende a primera vista. Entras y no sabes dónde
mirar, tanto espacio, todo me parece tan amplio, tanta inmensidad. No sé por dónde empezar pero me dejo llevar,
dejo que el edificio me conduzca a los distintos lugares que en él se
encuentran.
Una vez dentro sí es cierto que el interior te acoge y te
invita a recorrerlo, buscando un camino. ¿Nos orientamos fácilmente? Los
núcleos de comunicación escaleras y
ascensores no están a la vista sino que están escondidos detrás de unos
volúmenes, diferenciados claramente con otro tipo de estructura y material. El
espacio fluido es algo que está muy presente en este edificio, pues es él mismo
el que te conduce a cada uno de los rincones que en él se esconden. Todo es
vacío. Destaco la blancura impecable que sorprende a la vista.
En cuanto a la iluminación natural del edificio, todo el
edificio queda iluminado de manera más o menos homogénea aunque existen zonas
de contrastes de luces y sombras llamativos.
¿Cómo es el ambiente, la escala? Todo a lo grande, esto me
hizo recordar el ejercicio que hicimos del sketchup cuando nos penetrábamos en
el interior del artefacto tridimensional. Me sentía minúscula ante tales
dimensiones.
Haciendo referencia a los materiales, nos encontramos con
una amplia variedad: pieles de vidrio, metálicas, caliza, titanio, cristal.
¿Permite el edificio "ensoñar", dejar que la
imaginación vuele? Claramente si, y donde más se hace esto presente es en una
de las salas. Una inquietante exposición que te deja evadir en otro mundo, un
mundo lleno de emociones desde miedos hasta diversiones. Sentir curiosidad por
lo que te vas a encontrar al final del camino, ver que el recorrido nunca se
acaba, y querer salir de él, hasta que, finalmente, la misma escultura te
asombra con grandes espacios.
Todo el espacio está formado por especie de cuevas,
pasarelas de vidrio y grandes alturas que transmitían sensaciones.
En San Sebastián, frente al mar cantábrico, localizamos una
obra del conocido arquitecto Rafael Moneo. Un Palacio de congresos y auditorio,
dos grandes cubos de vidrio traslúcidos. Me llamó especialmente la atención el
interior y esas escaleras que
engrandecían el lugar... sin embargo del exterior no distinguí ni siquiera los
dos supuestos cubos.
A diferencia del Guggenheim, el Kursaal sí que se integra en
la ciudad y no es un elemento disonante, puede pasar desapercibido. No altera
el ambiente urbano aunque sí que es algo diferente a los demás edificios, no
nos rechaza pero tampoco nos invita.
Nos enfrentamos a una arquitectura totalmente contraria a la
del museo Guggenheim, llena de curvas. Ésta es mucho más ortogonal y
geométrica.
Nos sentimos acogidos por un espacio grande que al igual que
en Bilbao nos hace mirar hacia arriba y observar detenidamente lo que nos
rodea.
El edificio por sí mismo te lleva, nos podemos orientar
fácilmente, el edificio es un recorrido, un camino por sí solo.
La iluminación funciona de manera que el arquitecto quiere
hacernos pensar que la luz artificial que hay en el interior parezca natural,
en algunas salas, y en otras, las enormes cristaleras son las que iluminan todo
el espacio interior.
Aquí volvemos a ver grandes dimensiones.
En este edificio encontramos menos variedad de materiales,
pero destacan especialmente el suelo de madera de roble y paredes de madera
canadiense.
Un lugar de ensueño en la famosa playa de la Concha, un
lugar de evasión, donde se respira un ambiente agradable para dibujar.
En lo alto de una colina, se sitúa este museo, con esas
enormes escaleras de entrada, piensas que vas a llegar a un enorme palacio,
sentía curiosidad por lo que nos esperaba en el interior pero sinceramente, una
vez entré, simplemente me fijé en la exposición, en las esculturas de las
cuales algunas con gran belleza, esa macla de piezas, y no me fijé tanto en la
arquitectura del edificio, aunque he de decir que sí que me gustaron esas
rampas y las escaleras claramente diferenciadas, un edificio que te lleva a los
sitios, te conduce. Me hubiera gustado haber disfrutado más de esta exposición,
pero el tiempo se nos acababa y debíamos volver a Madrid, vuelta a la rutina.
Me quedo con un buen sabor de boca. Ha sido una gran visita.
Puede que hayan sido pocos los dibujos que he realizado pero
he intentado disfrutar de ellos, innovando con nuevas técnicas, algo que me ha
gustado. Me hubiera pasado horas dibujando, y aunque el tiempo no acompañaba
mucho, intentaba aprovechar el momento y, hasta la lluvia, haciendo que en mi
dibujo quedarán reflejadas esas gotitas que caían y que daban un toque
especial. Trataba de meterme en el dibujo, adentrarme en él, ya fuera con el
ruido de los pájaros o con el romper de las olas.
De este viaje también me llevo buenos momentos con mis
compañeros, he conocido a muchos de ellos y he descubierto a grandes personas.
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